Por Luis Aguilar
En Derecho el origen de la definición de la ley se debe a Tomás de Aquino en su Summa Theologiae al concebirla como "La ordenación de la razón dirigida al bien común y promulgada por el que tiene a su cargo el cuidado de la comunidad".
Ahora bien, dentro de este marco conceptual, la Ley del Deporte Peruano en el caso del ajedrez ¿sirve para el propósito establecido?
Por todas las evidencias e historias conocidas a lo largo de la última década —donde la caída es libre y sin fondo— es demasiado evidente que no. La conformación misma del equipo olímpico para la Olimpiada de Tromso y su incierta participación, es apenas una ficha en el oscuro historial de la dirigencia del ajedrez peruano.
Y esto es inherente al grave problema estructural del ajedrez peruano porque, en lugar de ser uno de los pilares para formar una sólida base de concreto, la Ley del Deporte Peruano resulta ser un endeble andamio de madera que ni siquiera los ajedrecistas lo solicitaron, sino que se los tiraron como un salvavidas —cuando el salvavidas está lleno de agujeros y hasta tiene plomo.
Es decir, no es lo que Gayo decía de la Ley: "Es lo que el pueblo manda y establece".
Para ser claros, nos referimos específicamente a lo que obliga la Ley del Deporte: la elección de una junta directiva a la Federación Peruana de Ajedrez a través del voto de los dirigentes de las Ligas de Ajedrez legalmente constituidas y registradas.

Una ley irreal
La Ley del Deporte se creó básicamente pensando en el fútbol, por lo que —ya desde este principio— es totalmente IRREAL para el ajedrez peruano. Es como tratar de colocar una columna circular de 1 metro de diámetro sobre una base cuadrada de 50 centímetros por cada lado. No hay forma excepto, claro está, destruyendo la columna para acomodarla a lo que pide la "ley" —que, como una metáfora, sirve para explicar lo que está pasando con el ajedrez peruano.
En el ajedrez peruano las Ligas y los clubes —que deben conformar a las Ligas— existen, en su gran mayoría, solo en el papel de los archivos burocráticos. Si se realizara una auditoria —o si algún medio de comunicación se diera a la tarea de asignar a un reportero de investigación para que compruebe in situ a las Liga y clubes— revelaría las evidencias contundentes de una realidad patética que es vox populi.
Pero esto es solo un aspecto del experimento al estilo Frankenstein. Por más que la ley lo pueda decir en el papel, la verdad es que —aun si esas Ligas existieran a cabalidad— en la realidad no representan el ajedrez nacional en toda su complejidad. Es más, ninguna Liga ha demostrado logros como para comprobar con evidencias —desde un programa estructurado para la difusión del ajedrez, con resultados verificables, hasta la creación y formación de un jugador excepcional que haya alcanzado el título de Gran Maestro, pasando por la organización de eventos nacionales e internacionales—, que es capaz de manejar el ajedrez nacional.
Es más, si se analiza cómo los mejores exponentes del ajedrez peruano de los últimos cincuenta años surgieron y cuál fue su destino, veremos que los esfuerzos de las federaciones por ayudarlos fueron pasajeros y/o marginales, y que una buena parte de ellos —sino todos los mejores que lograron el título de Gran Maestro— emigraron para buscar un mejor destino —desde Orestes Rodríguez hasta Julio Granda, pasando por Emilio Córdova y Cristhian Cruz.
Entonces, sin ninguna Liga, club o federación, ha sido un elemento clave o pilar para fabricar un jugador y una selección nacional de alto nivel, o masificar el ajedrez —solo para nombrar algunos objetivos de una larga lista de tareas de una federación—, es ilógico tratar de pedirle rosas rojas a un nopal verde —a no ser que experimentemos con una transmutación genética.

No es lo que el "pueblo manda"
Ahora bien, antes de plantear una solución al problema de la elección de una directiva a la Federación Peruana de Ajedrez, veremos como el sistema que ordena la Ley del Deporte tiene el fallo de que NO siempre es "lo que el pueblo manda y establece".
Para explicar lo último —aunque la comparación pueda verse en principio exagerada—, tomaré el ejemplo de las elecciones presidenciales en Estados Unidos para detallar porque, al igual que la Le del Deporte, la elección de un presidente no siempre es democrático.
Si bien en una elección presidencial de EE.UU. cada persona emite 1 voto, este no va a la suma total de un candidato a nivel nacional sino al Colegio Electoral de cada estado. El Colegio Electoral es el cuerpo de representantes electos de cada partido, en cada estado de la Unión Americana y territorios asociados, encargados de elegir al Presidente y al Vicepresidente de los Estados Unidos. Desde 1964 el colegio electoral nacional tiene 538 electores.
En el caso peruano, las Ligas serían algo así como los Colegios Electorales —que, además, tampoco representan a todo el territorio nacional.
Volviendo al sistema estadounidense, los representantes de los Colegios Electorales en cada estado se comprometen a votar a favor del candidato presidencial y vicepresidencial de su partido. Así, el candidato que recibe la mayoría de los votos de un estado "gana" todos los votos del Colegio Electoral —que son los representantes de su partido.
Ahora bien, la clave de este sistema está en el número de integrantes de cada Colegio Electoral por estado, que varía de acuerdo a la población de cada uno. Así, California, que es el estado más poblado, tiene 55 representantes en el Colegio Electoral, mientras que otros estados menos poblados como Alaska, Delware, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Montana y Vermont, por ejemplo, tienen apenas 3 cada uno.
Es por eso que los candidatos, aunque no desestiman a ningún estado, se concentran más en ganar los estados con mayor población como California, Texas, Nueva York y Florida. Ganar el de California, por ejemplo, es como ganar hasta 10 estados pequeños en conjunto.
Es sistema, sin embargo, puede permitir que el candidato presidencial que no obtengan el mayor número de votos en el ballotage popular a nivel nacional, aun así pueda ganar esa elección, porque ganó en los estados con mayor número de representantes en el Colegio Electoral. Esto ocurrió en 1876, 1888 y el 2000, el año que George W. Bush ganó la presidencia, aun cuando su rival Al Gore obtuvo más votos en la elección popular.
Los críticos argumentan que el Colegio Electoral es intrínsecamente antidemocrático y le da a algunos estados indecisos una influencia desproporcionada a la hora de elegir —como el caso de Florida, en el 2000, luego que la Corte Suprema suspendiera el recuento de votos.
Así —para irnos al otro ejemplo, extremo— en el caso de la elección de un Presidente y su junta directiva a la Federación Peruana de Ajedrez, hemos visto —la elección anulada recientemente es un buen ejemplo de ello— como los candidatos buscan negociar no solo con los directivos de las ligas, para que les den su voto, sino también manipular a los encargados de la elección para tumbar a los rivales y no tener rivales en la elección.
Y aquí viene la pregunta clave: ¿En dónde está el derecho individual y alienable de los ajedrecistas peruanos para votar en forma individual? ¿Hay una solución para esto?
A veces en medio de la conmoción por salir del laberinto, omitimos la salida más simple —es como "La navaja de Ockham", según el cual, «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta»—. La solución siempre ha estado frente a nosotros.

Una Persona 1 Un Voto
Lo expuesto anteriormente nos lleva a plantear que la Ley del Deporte NO solo es inaplicable a la realidad del ajedrez peruano, sino también hay algo más intrínseco y anti-democrático.
La Ley del Deporte viola a cada ajedrecista peruano el derecho básico y universal de 1 persona 1 voto. Y ese derecho existe constitucionalmente.
Sí cada uno de los peruanos, mayores de 18 años, tenemos el derecho de elegir DIRECTAMENTE con nuestro voto personal al Presidente de la República, entonces ¿Por qué los ajedrecistas peruanos, en base al mismo derecho Constitucional, no podemos elegir al Presidente de la Federación Peruana de Ajedrez?
Las democracias, al menos desde el punto de vista del procedimiento de selección de los gobernantes, según Dieter Nohlen (1994), se fundamentan en el reconocimiento del sufragio universal, sufragio igual, sufragio directo y sufragio secreto. La selección democrática de las autoridades políticas, constituye junto con los derechos de expresión, de reunión, de asociación y de libertad de prensa, el principio seminal de las democracias hoy en día.
En consecuencia, ante lo inaplicable que es la Ley Deporte a la realidad del ajedrez peruano, una plausible solución sería, en base a estos y otros argumentos que puedan aparecer, plantear un cambio en la Ley del Deporte y se apegue no solo más a nuestra realidad, sino también para que nos preserve nuestro derecho inalienable de 1 Persona 1 Voto.
Que los ajedrecistas puedan elegir libremente a sus directivos.
Claro está, entendemos que —al margen de que esto significará construir un nuevo sistema— el camino es largo pero, como dice Osho: "Para que surja la inteligencia se necesita una vida llena de retos, una vida aventurera, una vida que sepa arriesgar". Y cuando jugamos una partida viva en el tablero, todo Gran Maestro sabe que el riesgo es inherente a la victoria.

http://www.tribunahispanausa.com/la-ley-del-deporte-y-sus-implicaciones-en-el-caos-del-ajedrez-peruano/