Por Luis Aguilar
Dentro de unos meses se cumplirán 28 años de una de las hazañas más grandes del ajedrez peruano, compartir el 7mo lugar en una Olimpiada de Ajedrez. Fue en Dubái 1986. Desde entonces nada parecido ha tenido lugar.
No obstante, la gran ironía es que hoy en día, con miras a la Olimpiada de Tromso (Noruega) 2014, podemos conformar a la selección más fuerte en la historia del ajedrez peruano —con 5 Grandes Maestros, tres de ellos con un Elo ¡superior a los 2600 puntos!— pero, por lo que sabemos hasta ahora en día, la participación del equipo no solo es incierta, sino también —si en última instancia van— no sería la ideal —ni de lejos.
En este contexto, el problema no es solo coyuntural, sino también estructural. Y no de ahora, sino desde hace casi tres décadas —para marcar el año, 1986, cuando Perú reanudó su participación continua en las olimpiadas de ajedrez por equipos.
En cuanto a lo coyuntural —la asistencia de Perú a la Olimpiada de Tromso 2014—, hasta el momento en que se escriben estas líneas y con el 1ro de junio como la fecha límite para inscribir la relación definitiva de jugadores, la participación de un equipo peruano es incierta.
Como sabemos, esta incertidumbre parte de la atomización de la dirigencia. La dirección federativa del ajedrez peruano es un zombi sin cabeza. Sólo hay un directivo —no se le puede llamar "presidente" porque técnicamente no lo es— reconocido por la FIDE, pero sin la capacidad económica para costear el viaje del equipo peruano.
Los organizadores de la olimpiada de Tromso anunciaron un fondo especial para ayudar a cubrir los costos del viaje a 101 federaciones, pero el Perú NO figura en la lista de los países que recibirán tal ayuda. Así, como en ocasiones pasadas, el costo del viaje tendría que ser pagado por el IPD. Pero el IPD, al parecer, le ha cerrado el caño al ajedrez olímpico por razones que ya son públicas: El caos dirigencial o, mejor dicho, las elecciones anuladas y un zombi sin una cabeza responsable y visible.
Y sin la ayuda del IPD, no iremos ni a Huacho.

Sin criterio selectivo
Pero esto solo es la punta del témpano de la situación actual. El aspecto más serio es la conformación del equipo. Como ya es costumbre —debido a un problema estructural del cual ya escribiremos más adelante— el poder de la designación del equipo recae en el "criterio" —o, mejor dicho, capricho— de la única persona reconocida por la FIDE para inscribir al equipo. Y esta persona es, inevitablemente y lamentablemente, Milton Iturry. Y como ya lo ha demostrado anteriormente, su "criterio" deja mucho que desear, por decir lo menos.
Por lo que sabemos, él ha elegido a los 3 primeros del ranquin nacional —a lo cual, él sabe, nadie se opondrá, aunque uno de ellos no ha confirmado su participación—, pero, aquí viene lo grave del problema. Él quiere imponer a dos jugadores, en los puestos 22 y 65 del ranquin nacional, como los otros componentes del equipo. Eso es irracional e ilógico —absurdo, mejor dicho— por dos razones.
La primera razón es porque con dos jugadores con una monumental diferencia de nivel, con respecto a los 3 primeros —que tienen un Elo superior a los 2600—, la carga competitiva irá necesariamente a los primeros tableros. Ellos, virtualmente, estarán en la obligación de jugar todo el torneo para poder sumar puntos al equipo porque, técnicamente, los otros jugadores no estarán a la altura de las circunstancias —como ya se vio en la olimpiada anterior.
Y la segunda razón es que dejaremos de llevar al equipo nacional más fuerte en la historia del ajedrez peruano. Demos una mirada a los 10 primeros lugares en el ranquin nacional, basado en la lista de la FIDE, y veremos el porqué de nuestra afirmación.

Rankin peruano de acuerdo a la lista de la FIDE
 1) Granda Zúñiga, Julio E., GM, 2675
 2) Córdova, Emilio, GM, 2616
 3) Cori, Jorge, GM, 2608
 4) Cruz, Cristhian, GM, 2563
 5) Castañeda, Georgui, GM, 2500
 6) Cruz, Jonathan, MI, 2471
 7) Vera Sigüeñas, Deivy    , MI, 2455
 8) Terry, Renato, MF, 2449
 9) Reyes, Juan, MI, 2440
 10) Cori T., Deysi, GM Mujer, 2414

Entonces, si primara el criterio que una SELECCIÓN es  el conjunto de los MEJORES deportistas para participar en una competición, nuestra representación debería incluir a los cinco primeros en la lista. Si fuera así, sería la selección peruana de ajedrez más fuerte de todos los tiempos, puesto que contaría con un Elo promedio de 2592 puntos, muy cerca de los 2600.
Sin embargo, si se aplicara la fórmula del ahijado de la FIDE, que quiere incluir en los tableros 4 y 5 a dos jugadores con Elos de 2286 y 2117, el Elo promedio del equipo bajaría a los 2460 puntos. Es decir ¡132 puntos MENOS! Un total absurdo —y si uno de los tres primeros no acude, no encontramos adjetivo publicable.

El problema estructural
Lamentablemente, en la dirigencia del ajedrez peruano la racionalidad, el sentido común, la lógica o —menos aún— la inteligencia para buscar lo mejor, no es la regla, a veces ni siquiera la excepción. Parece no existir. De ahí deducimos que todo deriva de un grave problema estructural.
La creencia popular es que la humanidad evoluciona que, supuestamente, la tecnología y su uso es una evidencia. Sin embargo, esta idea puede ser falsa —el Rig Veda nos dice que estamos en un proceso de involución desde hace cientos miles de años, y recientemente el Dr. John Sanford, de la Universidad de Cornell, y otros, ha demostrado que los genes contienen decenas de miles de errores (mutaciones), y con cada generación que pasa se ​​añaden y se transmiten más errores, es decir que cada vez más los humanos nacen con degeneraciones genéticas. Y según estos científicos, esto ha estado ocurriendo desde hace miles de años.
Bueno, para no irnos demasiado lejos. El problema estructural en el ajedrez peruano es que, al menos en las últimas tres décadas, jamás, nunca, la dirigencia ha demostrado una capacidad de organización, de logística y menos aún de visión —a corto y largo plazo—, para componer verdaderas selecciones de ajedrez.

Fórmulas para el desastre
La norma ha sido combinar a los pocos que deben estar —por su alto nivel competitivo—, con el nombramiento al dedazo, a las carreras, e incluso al "yo me pago el pasaje y voy". Es decir, fórmulas perfectas para resultados mediocres o desastrosos.
¿Cuándo hemos visto un plan para organizar a una selección con al menos un año o seis meses de anticipación? ¿Alguna vez hemos visto planes de entrenamiento? ¿Alguna vez hemos visto a una selección acompañada de al menos dos entrenadores, un médico y un Jefe de Equipo que sea una persona aceptada y respetada por los jugadores? ¿Alguna vez hemos visto sesiones de entrenamiento y práctica, previas a una olimpiada? ¿Alguna vez se ha escrito un documento que contenga las normas para la formación de una selección, y que tal documento haya sido debatido entre los jugadores y/o hecho de acuerdo al criterio de conocedores?
En fin, podemos plantear más preguntas, pero las mencionadas son suficientes para remarcar la incapacidad de la dirigencia deportiva, en todos los niveles, para realizar un trabajo serio, profesional e inteligente, que busque lo mejor de una representación nacional.
El resultado de Dubái 1986 fue un momentum, lo excepcional fuera de lo usual (en el caso peruano). Pero los momentos de gloría —como también sucede en el fútbol peruano— son cosas del pasado.
Lo que hemos visto en las tres últimas décadas es ir de Excelente, a mal, peor y desastroso. El caso de la dirigencia del ajedrez peruano es como para darle razón, con ejemplos, a las teorías de la involución genética. En serio.
¿Podemos cambiar esto? Claro que sí, solo hay que dejar paso a que las personas ideales y capaces, tomen las riendas. Lo triste es que, entre los que ahora se pelean por el chicharrón  que le pueden sacar al chancho, no existe ninguno, ni por asomo.